El próximo 5 de marzo es el Día Mundial de la Eficiencia Energética y con tal motivo nos preguntamos qué podemos hacer para ser más eficientes con nuestra vida doméstica. En este caso nos vamos a centrar en un elemento clave que está presente en todos los hogares como es la nevera. ¿Sale a cuenta cambiar de frigorífico? ¿Se gana realmente mucha eficiencia con este tipo de inversión para nuestra casa?
¿Por qué la nevera?
Ponemos el acento sobre la nevera, ya que es el electrodoméstico que más consume en una casa. Lógicamente, esta siempre encendido para mantener la temperatura adecuada de los alimentos. Así como otros elementos se pueden y se deben apagar sin dejarlos en stand by para consumir menos, la nevera no puede desconectarse porque eso afectaría a nuestra salubridad.
Así que, es irrenunciable evitar el consumo de una nevera. Sin embargo, hay modelos eficientes que ayudan a aligerar el gasto en la factura eléctrica.
¿En qué hay que fijarse a la hora de comprar una nevera?
En aras de mejorar la eficiencia, lo más importante que hay que tener en cuenta a la hora de comprar una nevera es la etiqueta de eficiencia del producto. Este etiquetado consta de una escala de eficiencia y dónde se encuentra el aparato. Los modelos A serían los más eficientes y los G serían los que más consumen.
También se hace referencia al congelador, que es la parte de la nevera que tiene mayor consumo del electrodoméstico. A mayor capacidad de litros del congelador, mayor consumo tendrá el aparato.
Respecto a la escala de eficiencia, cada nivel ganaría aproximante un 20% de eficiencia en el consumo. Además, el menor consumo está relacionado con la mayor vida útil de la maquinaria.
Según explican los fabricantes, cambiando una nevera que lleve presente en una casa durante 10 años por otra con la clasificación más eficiente, un cliente se podría beneficiar de un ahorro en el consumo de más del 40%.
