En un contexto en el que la transformación digital nos permite acelerar procesos y asegurar nuevas oportunidades, los riesgos asociados a la ciberseguridad también se multiplican.
El Data Breach Investigations Report (DBIR) 2025 ha puesto sobre la mesa un dato alarmante: los ataques que explotan vulnerabilidades para acceder a sistemas corporativos han aumentado un 34% en el último año.
Este dato refleja la importancia de tener presente que el tamaño o la reputación de una empresa no la exime del riesgo. En 2024, grandes compañías del Ibex 35 fueron blanco de ciberataques, lo que evidencia la exposición generalizada del tejido empresarial ante amenazas digitales cada vez más sofisticadas.
En este sentido, según un informe de PwC, el 77% de las empresas planea aumentar sus presupuestos de ciberseguridad en 2025, aunque solo el 2% implementa estrategias integrales de ciberresiliencia, revelando un margen importante de mejora para adaptarse a un entorno cada vez más complejo.
Este panorama no solo confirma una tendencia que puede llegar a representar un desafío para muchas organizaciones, sino que nos obliga a replantear con urgencia nuestras estrategias de protección desde la primera línea de defensa: el acceso a los sistemas.
A su vez, regulaciones como NIS2, DORA o el RGPD están impulsando a las organizaciones a reforzar sus sistemas de protección. No solo por una cuestión de cumplimiento, sino porque la confianza se ha convertido en un activo estratégico: el 57% de las empresas ve la ciberseguridad como un medio para ganar la confianza del cliente, y el 49% la vincula directamente con la reputación de su marca.
Confidencialidad, integridad y autenticidad: los tres pilares de la confianza digital
Los ciberataques actuales, además de interrumpir el funcionamiento de un sistema o red, también buscan infiltrar, alterar y explotar datos críticos. Frente a esta realidad, tecnologías como la encriptación permiten que la información viaje y se almacene de forma segura, inaccesible para usuarios no autorizados.
Por su parte, la firma digital garantiza que los documentos y transacciones no hayan sido modificados y que proceden de una fuente legítima, permitiendo formalizar acuerdos, autorizar operaciones o cerrar procesos críticos con plena validez legal.
Otra evolución clave que refuerza aún más la protección es la encriptación basada en inteligencia artificial , capaz de optimizar la gestión de claves criptográficas, detectar anomalías en el tráfico cifrado y automatizar la selección de los algoritmos más seguros según el contexto. Esto permite una defensa clave: más adaptativa y eficiente tanto para el usuario como para la compañía.
Todos estos enfoques mejoran los sistemas a nivel técnico y, al mismo tiempo, fortalecen la confianza en cada interacción digital. Una confianza cada vez más demandada por clientes, empleados o reguladores, y sobre todo teniendo en cuenta al nuevo perfil de consumidor, que es más exigente respecto a su seguridad.
Por otro lado, proteger los puntos de entrada a los sistemas es fundamental para un ecosistema digital seguro y esencial para generar confianza. La gestión segura de la identidad digital se convierte en una prioridad: validar que quien accede es quien dice ser y que lo hace en el momento, lugar y condiciones adecuadas.
En este contexto, la tecnología Zero Trust se ha consolidado como una referencia para la seguridad empresarial, al no asumir ninguna confianza por defecto, ni siquiera dentro de la red corporativa. Cada acceso debe ser autenticado, autorizado y monitorizado de forma continua.
Así, desde la gestión documental hasta las relaciones con clientes y administraciones, todo este tipo de tecnologías permiten digitalizar procesos con garantías, facilitar auditorías y cumplir con exigencias cada vez más estrictas en materia de protección de datos.
En este escenario, la integración de capacidades de protección en entornos cloud también es cada vez más común, ya que ofrecen herramientas nativas para cifrar, firmar y verificar datos.
No obstante, estas soluciones de seguridad nativas de la nube no deben entenderse como una solución autosuficiente para la ciberseguridad, sino como un componente más. Por ello, es esencial que las organizaciones complementen estas capacidades con soluciones especializadas, alineadas con su contexto operativo y regulatorio.
Las amenazas evolucionan con rapidez, y, además, con la ayuda de la IA, se vuelven cada vez más sofisticadas. Por eso hay algo que debemos tener grabado en la mente: la resiliencia de los sistemas corporativos no se debe medir únicamente por su capacidad para resistir ataques, sino por su habilidad para adaptarse, recuperarse y evolucionar.
La ciberseguridad es un factor fundamental para la transformación digital y el éxito empresarial a largo plazo. Apostar por tecnologías avanzadas como la encriptación y la firma digital es apostar por modelos de negocio sostenibles, escalables y confiables.
Como empresas, tenemos la responsabilidad de proteger no solo nuestros activos, sino también la confianza que nuestros clientes depositan en nosotros.
Paolo Mioli
CEO de SAPIMSA (Grupo Lutech)