Por: Daniel López Paino – Director de la Unidad de Negocio HCM de Cegid en Iberia
Durante tiempo, el teletrabajo ha sido el tema estrella sobre el que se han apoyado las organizaciones para mejorar la experiencia de los empleados. Sin embargo, el confinamiento revolucionó completamente la forma de entender el trabajo y lo que hasta entonces había sido simplemente un beneficio que suponía una comodidad para los empleados, propició lo que posteriormente se ha llamado el Smart Working. Este concepto recoge las nuevas tendencias que irrumpieron con la pandemia, gracias a las nuevas tecnologías: adaptabilidad, conciliación, autonomía, movilidad…
Se trata de un modelo transversal basado en la eficiencia, lo que se traduce en trabajar de forma inteligente – apoyados en la flexibilidad laboral y en el compromiso de los empleados- para alcanzar un objetivo común: permitir una mayor agilidad organizacional y fomentar la innovación.
En la teoría, este concepto resulta muy atractivo, pero cada compañía tiene sus propios métodos operativos. La flexibilidad sólo funciona si está presente en todos los eslabones de la cadena productiva y, para ello, se necesita la coordinación entre equipos.
Espacio, tiempo y tecnología: Los 3 pilares del Smart Working
Plantear la puesta en marcha de este modelo requiere tener presente los pilares sobre los que se asienta. Y es que estos funcionan como un círculo virtuoso que se autoperpetúa. Si uno de los pilares no es lo suficientemente robusto, se pierde el equilibrio y la agilidad en la empresa.
En primer lugar, reinventar el espacio es el centro de las políticas de Smart Working. En tanto en cuanto los empleados tienen la oportunidad de trabajar desde casa, la oficina debe ser un espacio flexible para fomentar la agilidad y la comunicación de los equipos cuando éstos opten por acudir presencialmente.
De hecho, para promover un entorno laboral eficiente y productivo, es fundamental que la asistencia a la oficina no sea meramente un trámite formal, sino que esté imbuida de significado, como una oportunidad para reunirse con el equipo, intercambiar ideas y reflexiones, recibir feedback, alinearse, impulsar la cultura y valores de la compañía o tomar decisiones que son importantes tomar en persona. No se trata simplemente de trasladar el teletrabajo al entorno de la oficina, sino de encontrar un equilibrio que potencie la eficiencia en ambos contextos.
Ganar tiempo al tiempo, más aún en aras de aumentar la eficiencia laboral. Nos dirigimos a un mundo en el que la flexibilidad horaria es una prioridad y ofrecer conciliación es un factor clave para atraer y fidelizar el talento.
El trabajo inteligente se basa en alcanzar unos objetivos establecidos, donde lo relevante no es seguir un horario fijo impuesto por la empresa, sino completar las tareas de manera ágil y eficiente. Este pilar está íntimamente relacionado con las personas, la confianza y el fin de una era impregnada de rigidez organizativa.
Entonces, la atención se centra ahora en los resultados y no en los medios. Por ello, cualquier marco estricto –vestido, en ocasiones, de organización o cultura empresarial– se aleja de la filosofía Smart Working. La empresa deberá reforzar el compromiso de sus trabajadores y generar un espacio amable para el desarrollo profesional y personal, si se les da la libertad de gestionar sus propios horarios.
El último pilar, e intrínseco a nuestra época, es la tecnología. Hemos experimentado el apogeo de las videoconferencias y el trabajo colaborativo gracias a la nube, donde ambas permiten la coordinación de equipos en tiempo real. Está claro que sin un proceso de digitalización no puede llegar ni a plantearse la puesta en marcha de un modelo de trabajo inteligente.
Por eso, apoyarse en herramientas de gestión empresarial o soluciones de software de RR.HH. puede ayudar a las organizaciones a implementar el concepto de trabajo inteligente de manera eficiente y sencilla.
Estas herramientas permiten gestionar equipos a distancia, facilitan la comunicación bidireccional, el envío de documentos y nóminas, y fomentan el desarrollo profesional de cada empleado – pudiendo marcar objetivos y un plan de crecimiento claros-, todo ello desde una única plataforma.
Y todos estos cambios, ¿para qué?
La guerra por el talento se está librando desde hace tiempo en el mercado laboral. Además, las empresas ya no solo tienen competidores en el terreno nacional, sino que traspasa fronteras. A ello se suma que el salario ha dejado de ser un incentivo suficiente para atraer y/o conservar el talento. Dando por hecho un salario digno y competitivo, los profesionales más jóvenes, por ejemplo, quieren un aprendizaje vibrante y oportunidades de crecimiento por encima de todo.
Las compañías que aplican el Smart Working como modelo de trabajo transmiten una imagen de empresa flexible, moderna e innovadora con un agradable ambiente laboral. Valores que, como todos sabemos, inspiran e importan a las nuevas generaciones.
Por tanto, con total convicción, podemos afirmar que llevar a la práctica (y que no quede solo en buenas intenciones) esta nueva forma inteligente de organización del trabajo es un arma poderosa para, cuanto menos, captar la atención del talento.
Pero hay que tener en cuenta que, para mejorar la eficacia colectiva, es necesario repensar las modalidades de colaboración en grupo dentro de un proyecto de transformación empresarial. Es fundamental abordar todos los aspectos del trabajo inteligente, obtener el respaldo de gerentes y Dirección, y fomentar la participación de todos los empleados.
Por tanto, el Smart Working es mucho más que un nuevo anglicismo: es la evolución natural de lo que hasta ahora parecía quedar reducido al teletrabajo pero que, gracias al uso de la tecnología, puede impulsar tanto el bienestar del empleado como el propio crecimiento del negocio.
