Jackson Hole: un momento decisivo para los Bancos Centrales

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A finales de agosto tendrá lugar una de las citas más importantes del año para los mercados financieros. Tradicionalmente, los responsables de la Reserva Federal han aprovechado esta reunión para comunicar cambios en sus estrategias de medio o largo plazo. Pese a la reticencia de Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, a cambiar una sola coma de su política monetaria ultra laxa, existen evidencias de que tal vez no estemos tan lejos de que se anuncie un cambio de dirección.

Por un lado, hay que recordar que la FED mantiene los tipos al nivel más bajo de la historia, en torno al cero por ciento, pero que además está llevando a cabo compras de ciento veinte mil millones de bonos todos los meses, a través de su programa de QE o “quantitative easing”. De esa cantidad, cuarenta mil millones se destinan a la compra de bonos hipotecarios, lo que es difícil de justificar dado que el mercado inmobiliario registra una burbuja aun mayor a la vivida hasta 2007, y está avivando las críticas contra la política de la FED.

Por otro lado, no hay que olvidar que el impulso fiscal en Estados Unidos no tiene precedentes, y que acumulando los distintos paquetes de ayuda distribuidos por el Gobierno estadounidense a lo largo de los últimos quince meses, estamos hablando ya de la friolera de cinco billones de dólares, que podrían ampliarse a casi diez billones, si finalmente el presidente Biden consigue sacar adelante el Plan de estímulo para el empleo y las familias después del verano.

Las consecuencias de tanto estímulo monetario y fiscal son visibles desde hace meses. Por un lado, la vuelta a niveles de crecimiento históricamente altos, pero por el otro, presiones inflacionistas que no se veían desde 1991. Teniendo en cuenta que el objetivo de inflación de largo plazo de la FED es el 2% y que, actualmente, las cifras están en torno al 5%, el argumento de la transitoriedad con la que la Reserva Federal tacha al repunte de precios actuales, podría tornarse complicado de justificar, si las presiones de precios al alza continúan sin remitir.

No olvidemos además que la tasa de desempleo sigue mejorando y que se encuentra ya en el 5.9%. Esta magnitud debería experimentar una evolución muy positiva en los próximos meses, debido a que vencen los programas de apoyo a los ciudadanos desempleados.

No olvidemos además que la tasa de desempleo sigue mejorando y que se encuentra ya en el 5.9%. Esta magnitud debería experimentar una evolución muy positiva en los próximos meses, debido a que vencen los programas de apoyo a los ciudadanos desempleados.

Y que el tamaño de estos programas ha sido de tal envergadura que, paradójicamente, muchos ciudadanos han estado ganando más por estar en casa sin trabajar, que cuando cobraban sus nóminas, lo que sin duda ha desincentivado la vuelta al mercado laboral de una parte de los trabajadores.

Por todo esto, durante la segunda parte de este año podríamos combinar un crecimiento económico fuerte, un nivel de inflación muy por encima del objetivo de la FED y una clara mejora en las tasas de desempleo.

Durante la segunda parte de este año podríamos combinar un crecimiento económico fuerte, un nivel de inflación muy por encima del objetivo de la FED y una clara mejora en las tasas de desempleo.

 

Todo ello puede finalmente acabar siendo demasiado para que la Reserva Federal mantenga su apoyo histórico a los mercados, y con una correlación del ochenta por ciento entre el balance de compras de la FED y el precio de la bolsa en EE.UU.

Cualquier cambio en la política monetaria se dejará sentir en la renta variable, que no hay que olvidar, cotiza ya a múltiplos históricamente altos.

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