Jugando peligrosamente con el comercio mundial

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La escalada de conflictos comerciales inquieta a los mercados financieros y puede frenar el crecimiento mundial.

Arrancó cuando el impetuoso hombre de negocios Donald Trump, con su estrategia proteccionista “América First”, empezó a quebrar las bases del vigente orden económico internacional impulsado por EE.UU. tras la Segunda Guerra Mundial.

Recién sentado en la Casa Blanca en enero de 2017 enterró con sendos plumazos, el Acuerdo Transatlántico (TTIP) que se negociaba con la UE y el Acuerdo Transpacífico (TPP) firmado en 2016 por Barack Obama con 11 economías de Asia-Pacífico.

E impuso la renegociación del NAFTA con Méjico y Canadá. Un año después, en el Foro de Davos confirmó que su prioridad es la defensa de los intereses económicos de EE.UU. Su gran obsesión: rebajar los altos déficits comerciales de EE.UU. cerrados en 2017 con China (-375,2 mil millones $), Méjico (-71,1), Japón (-68,8) y Alemania (-64,3).

Guerra comercial Estados Unidos - China.

Trump apunta principalmente contra China. Pretende reducir el colosal déficit comercial subiendo los aranceles a las exportaciones chinas a EE.UU.

También con un control más estricto de las transferencias de tecnologías avanzadas hacia las empresas chinas y de paso presionar a la OMC para que intervenga en este tema.

Trump utiliza la táctica de primero amenazar con sanciones comerciales para luego poder negociar con sus interlocutores unos acuerdos más favorables a sus intereses. EE.UU. exige que sus empresas y productos puedan entrar con menos trabas en el mercado interior chino.

Pekín reaccionó de forma moderada anunciando también una subida de los derechos de importación de una lista de productos estadounidenses.

Pero China no quiere desatar una guerra comercial que perjudicaría a todos: países, empresas y consumidores.

EE.UU. y la UE coinciden en las quejas contra las barreras que las empresas occidentales afrontan para operar en el mercado chino donde también se violan sus derechos de la propiedad industrial e intelectual.

Y frenan algunas inversiones chinas que pretenden adquirir empresas estratégicas occidentales para hacerse con sus tecnologías punta. Pero Bruselas no apoyará unas medidas “unilaterales” de Trump que puedan desatar una guerra comercial con China.

Evitar la guerra comercial con la negociación

La única salida es la negociación. Es lo que desean unos mercados financieros que temen los riesgos de una guerra comercial y monetaria que provocaría una brusca caída de las bolsas.

Bruselas no apoyará unas medidas “unilaterales” de Trump que puedan desatar una guerra comercial con China. La única salida es la negociación. Es lo que desean los mercados financieros

Trump, más allá de sus toscas formas, tiene razón en algunos problemas de fondo. Xi Jinping utilizó una eficaz retórica en favor de la Globalización en el foro de Davos en 2017.

Y volvió a hacerlo el pasado 10 de abril en el marco del Foro de Boao, el Davos chino, anunciando una mayor apertura china a los inversores extranjeros.

Pero más allá de las buenas palabras de Xi en favor del Libre Comercio, China sigue siendo una economía muy proteccionista. Pero Trump puede errar al creer que frenará el expansionismo chino subiendo aranceles. Porque las principales barreras de acceso al mercado chino no son arancelarias, sino políticas y técnicas. 

Medidas antidumping.

Cuando EE.UU. favoreció la entrada china en la OMC en 2001 apostó por una evolución del Régimen de Pekín hacia una economía de mercado abierta al exterior.

Dieciocho años después, el funcionamiento del mercado chino sigue condicionado por el capitalismo rojo liderado por un Partido Comunista (PCC) que controla férreamente los resortes de los poderes políticos y económicos.

El sector público sigue omnipresente mediante unos conglomerados estatales (SOE), algunos con sobrecapacidades de producción, que limitan las grandes potencialidades del sector privado. Y las actividades de Alibabá, Tencent o Fosum dependen de sus estrechos nexos con el PCC.

Una situación reforzada tras el Congreso del PCC de octubre de 2017 y la acumulación de poderes en manos de Xi Jinping refrendada en la sesión de la Asamblea Popular Nacional celebrada en marzo.

Este marco “político” determina que varios sectores considerados estratégicos sigan cerrados o limitados para las inversiones extranjeras.

Las medidas antidumping se muestran ineficaces. Mejor sería utilizar los instrumentos legales de la política de la competencia contra la posición dominante de determinados grupos

EE.UU. y la UE aún se niegan a reconocer a China el status de “economía de mercado” (SEM) exigido por Pekín tras cumplirse en 2016 quince años de su entrada en la OMC. E insisten que las medidas antidumping siguen siendo necesarias para frenar algunas exportaciones chinas que se benefician de las subvenciones y otras ventajas fiscales estatales o provinciales.

Inicios de la guerra comercial entre USA y China.

Pero una vez reconocido el status del SEM, solo cabría aplicar los procedimientos ordinarios antidumping previstos por la OMC.

Y las organizaciones empresariales y sindicales europeas piden hacer frente a una competencia del gigante asiático que califican desleal y abusiva del gigante asiático que provoca una pérdida de puestos de trabajo.

Pero las medidas antidumping se muestran ineficaces. Mejor sería utilizar los instrumentos legales de la política de la competencia contra la posición dominante de determinados grupos.

Pero, aunque EE.UU. y la UE no reconozcan a corto o medio plazo el SEM a China, la expansión económica del Imperio del Centro es imparable. Y mucho más si las dos potencias atlánticas en vez de sumar esfuerzos se van alejando. Mientras tanto, la sombra del modelo chino de desarrollo económico sin pluralismo político sigue planeando alargada por todas partes. 


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