Saltar a contenido principal

Durante abril de 2025, el mundo asistió a una transformación silenciosa pero profunda del sistema económico internacional. Lo que comenzó como una guerra de aranceles entre Estados Unidos y China ha tenido repercusiones que van mucho más allá del comercio bilateral: afecta a la estabilidad del dólar, a las previsiones de crecimiento global y al papel que juegan Europa y otras potencias emergentes en este nuevo tablero económico.

Si bien el presidente Donald Trump decidió dar marcha atrás temporalmente y ofreció una prórroga de 90 días para negociar acuerdos bilaterales, el daño ya estaba hecho. La caída simultánea de la deuda pública norteamericana y del dólar es un fenómeno más habitual en economías emergentes que en potencias como Estados Unidos, y ese fue el punto de inflexión.

Un dólar debilitado: objetivo o consecuencia

Trump ha buscado históricamente una devaluación del dólar para favorecer las exportaciones norteamericanas. En este sentido, podría decirse que lo ha conseguido. Pero la caída de la divisa también ha reducido la confianza en EE. UU. como activo refugio, redirigiendo capitales hacia Europa y Asia.

La guerra de aranceles ha provocado una subida en los precios de producción interna en EE. UU., ya que sustituir importaciones chinas por producción nacional ha encarecido los costes. La inflación esperada se aleja así aún más del objetivo del 2%, según datos del propio informe de previsiones económicas del Gobierno estadounidense.

El gasto público se enfría

El crecimiento de Estados Unidos en los últimos años ha estado impulsado en gran medida por el gasto público. Sin embargo, esta palanca también comienza a perder fuerza. Con Trump delegando en Elon Musk la tarea de recortar el tamaño del Estado, el motor fiscal se apaga en un momento en el que se necesitaba más que nunca para compensar el efecto negativo de los aranceles.

Este cambio en la política fiscal coincide con una desaceleración en los indicadores adelantados como la confianza del consumidor o las encuestas de sentimiento empresarial. Aunque todavía no se refleja en datos como el desempleo o las ventas minoristas, los modelos econométricos ya alertan de una probabilidad de recesión creciente.

Europa toma la delantera

Mientras que en Estados Unidos domina la incertidumbre, Europa parece haber encontrado un cierto equilibrio. La Eurozona ha mantenido estables sus previsiones de crecimiento, y países como Alemania han implementado planes de estímulo fiscal que amortiguan los posibles efectos adversos de la guerra de aranceles.

Además, el Banco Central Europeo ha reducido los tipos de interés al 2,25%, con previsión de llegar al 1,5% antes de diciembre. Esta medida busca reactivar la economía sin generar distorsiones, a diferencia de la postura de la Reserva Federal (FED), que se mantiene en pausa ante un escenario volátil.

¿Qué hace la FED?

La Reserva Federal ha optado por la prudencia. Aunque los tipos de interés permanecen estables, la institución ha inyectado liquidez para evitar un colapso en el mercado de deuda. La rentabilidad del bono a 30 años llegó al 5% durante abril, y la FED tuvo que intervenir para evitar una crisis financiera.

No obstante, el mayor riesgo para la FED podría venir del propio Gobierno. Trump ha amenazado con destituir al presidente Jerome Powell, poniendo en duda la independencia del organismo. Esta situación ha generado nerviosismo en los mercados, aunque de momento parece haberse estabilizado.

Inflación y fragmentación comercial

El gran problema estructural que deja la guerra de aranceles es la fragmentación de las cadenas globales de suministro. La vuelta a la producción nacional en muchos países, incluida EE. UU., incrementa los costes y reduce la eficiencia global, empujando los precios al alza.

Al mismo tiempo, el descenso en la demanda estadounidense de productos importados podría generar un efecto deflacionario en otras economías, sobre todo en Asia. En este contexto, Europa podría convertirse en el nuevo epicentro del comercio internacional, al atraer a productores que buscan nuevos mercados.

Perspectivas de inversión: prudencia ante todo

La renta variable sigue expuesta a una elevada volatilidad. Aunque algunos indicadores macro apuntan a una posible mejora en el segundo semestre, los mercados aún no reflejan adecuadamente los riesgos asociados al nuevo orden económico.

En renta fija, el apetito por deuda pública estadounidense a largo plazo sigue siendo bajo, mientras que en Europa se observa una mayor neutralidad. Esto responde a dos fuerzas contrapuestas: por un lado, los mayores déficits públicos elevan las emisiones, pero por otro, la mejora de la percepción europea como refugio seguro aumenta la demanda.

Adaptarse a un nuevo orden económico mundial

La guerra de aranceles no ha terminado. Solo se ha pausado. Pero incluso esta tregua temporal ha provocado un cambio en el sistema económico internacional. El dólar se debilita, los modelos de crecimiento se redefinen y la geografía del comercio global empieza a desplazarse.

En este nuevo contexto, protegerse mediante diversificación, apostar por activos de calidad y seguir de cerca la evolución de los bancos centrales será clave para los inversores. La incertidumbre no ha desaparecido, solo ha cambiado de forma. Y en este entorno, la única certeza es que el mundo económico ya no volverá a ser el mismo.