En el árido contexto veraniego de temperaturas que superan los 40 grados en muchas ciudades españolas, el aire acondicionado se presenta como una herramienta esencial. Sin embargo, su uso inadecuado puede resultar perjudicial para la salud, especialmente para el aparato respiratorio.
El doctor Luis Manuel Entrenas, jefe del servicio de Neumología del Hospital Quirónsalud Córdoba, advierte que la climatización mal gestionada puede agravar afecciones y provocar nuevos problemas.
El aire acondicionado, ¿aliado o enemigo silencioso de nuestra salud en verano?
Con temperaturas que superan ampliamente los 40 grados en ciudades del sur peninsular como Córdoba, y con buena parte de España sufriendo sucesivas olas de calor, el aire acondicionado se presenta como un recurso prácticamente imprescindible tanto en hogares como en espacios de trabajo. No obstante, la climatización mal gestionada puede pasar de ser una solución a convertirse en un problema para la salud, especialmente para el aparato respiratorio.
Según el doctor Luis Manuel Entrenas, jefe del servicio de Neumología del Hospital Quirónsalud Córdoba, el uso inadecuado de sistemas de climatización puede generar desde molestias leves hasta la exacerbación de patologías crónicas pulmonares. “Un uso racional, con temperatura moderada y mantenimiento adecuado, es clave para evitar desde infecciones respiratorias a contracturas musculares”, advierte.
Doctor-Luis-Manuel-Entrenas, jefe del servicio de Neumología del Hospital Quirónsalud Córdoba
Climatización y salud respiratoria: una relación compleja
El aire frío y seco que caracteriza al aire acondicionado puede provocar una disminución significativa de la humedad ambiental. Esta reducción impacta directamente sobre las mucosas respiratorias, favoreciendo su sequedad y haciendo que pierdan su capacidad natural de defensa ante virus y bacterias. Como consecuencia, aumentan los casos de faringitis, rinitis, bronquitis o incluso infecciones más graves en personas vulnerables.
Además, los cambios bruscos de temperatura entre el exterior caluroso y espacios climatizados pueden generar un estrés térmico importante en el organismo. Este fenómeno no solo agrava enfermedades respiratorias como el asma o la EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica), sino que también puede afectar a personas sanas, especialmente a niños, ancianos o personas inmunodeprimidas.
Datos recientes apuntan a un aumento del 20% en las consultas por afecciones respiratorias durante los meses más calurosos del año, coincidiendo con un uso intensivo del aire acondicionado. La evidencia indica que un 35% de los individuos expuestos prolongadamente a climatización artificial sufren síntomas respiratorios, comparado con apenas un 9% entre quienes permanecen en entornos ventilados naturalmente.
Un entorno laboral climatizado… ¿demasiado?
En oficinas, fábricas, hoteles, tiendas y centros comerciales, la necesidad de mantener temperaturas agradables puede chocar con la salud de los empleados si no se realiza un control adecuado. La exposición directa y prolongada a corrientes frías puede derivar en contracturas musculares, cefaleas, fatiga o sensación constante de malestar.
El síndrome del edificio enfermo —un conjunto de síntomas como irritación de ojos, nariz y garganta, sequedad en piel y mucosas, fatiga mental o dificultad para concentrarse— ha sido vinculado también a la mala calidad del aire interior y al mantenimiento deficiente de los sistemas de climatización.
La ventilación forzada, si no se combina con una correcta renovación de aire, puede recircular partículas contaminantes, virus o bacterias. Esto resulta especialmente relevante desde la pandemia de la COVID-19, que ha puesto sobre la mesa la importancia de una ventilación adecuada en espacios cerrados.
¿Qué grupos son más vulnerables?
El doctor Entrenas incide especialmente en la necesidad de proteger a las personas con enfermedades respiratorias crónicas, como asma o EPOC. “El aire frío puede desencadenar broncoespasmos, crisis respiratorias o empeoramiento del estado general del paciente”, indica. Además, se ha observado la aparición de cuadros vasovagales, caracterizados por mareos y sudoración, como respuesta del cuerpo al choque térmico.
En el caso de los niños, su sistema inmunológico todavía inmaduro los convierte en un colectivo especialmente sensible. Los bebés pueden desarrollar con facilidad procesos catarrales, mientras que los adolescentes pueden ver alterada su capacidad de concentración en espacios escolares mal climatizados.
Los adultos mayores también requieren un especial cuidado: muchos presentan patologías respiratorias, cardiovasculares o musculoesqueléticas que pueden agravarse ante una climatización inadecuada. A su vez, las personas que trabajan muchas horas dentro de vehículos (taxistas, repartidores, transportistas) también deben prestar atención a la regulación térmica dentro de sus coches.
Cómo hacer un uso responsable del aire acondicionado
Prevenir estos efectos negativos es posible si se adoptan ciertas medidas sencillas pero eficaces:
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Mantener el termostato entre los 24 y 26 grados, evitando temperaturas extremas.
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No establecer una diferencia de más de 6 o 7 grados con respecto al exterior.
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Evitar la exposición directa al flujo de aire, especialmente en cuello y espalda.
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Ventilar las estancias al menos una vez al día para renovar el aire interior.
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Dormir con el aire apagado o programarlo para que se desconecte una vez enfriada la habitación.
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Realizar un mantenimiento periódico de filtros, conductos y unidades exteriores.
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Utilizar humidificadores en ambientes excesivamente secos.
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Beber agua con frecuencia para mantener una correcta hidratación.
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Respirar por la nariz para calentar y filtrar el aire antes de que llegue a los pulmones.
En los trayectos en coche, lo recomendable es ventilar el vehículo unos minutos antes de activar el aire acondicionado. Una vez encendido, conviene mantener una temperatura moderada (entre 22 y 25 grados) y evitar dirigir las salidas de aire hacia la cara.
Empresas responsables: una cuestión de salud y productividad
En el contexto empresarial, garantizar un ambiente térmico saludable no solo es una cuestión de bienestar, sino también de rendimiento y prevención de riesgos laborales. Un entorno de trabajo mal climatizado puede afectar a la concentración, provocar ausencias médicas y disminuir la productividad.
Los responsables de prevención de riesgos laborales deben incluir el control térmico como parte de sus auditorías, especialmente en periodos de altas temperaturas. Invertir en tecnología de climatización eficiente, con sensores de CO₂, control de humedad y termostatos inteligentes, puede marcar la diferencia entre una oficina confortable y un foco de problemas respiratorios.
Además, sensibilizar a los empleados sobre buenas prácticas de climatización, como regular su propio confort térmico o reportar incidencias en los equipos, contribuye a generar una cultura de salud ambiental en el trabajo.
Climatización con criterio para un verano saludable
El aire acondicionado no es el enemigo, pero sí puede convertirse en un riesgo si se utiliza sin control. Como explica el doctor Entrenas, “nuestro cuerpo está preparado para adaptarse a cambios, pero no a extremos bruscos”.
Adoptar una climatización inteligente, basada en el confort térmico, la eficiencia energética y el respeto a la salud respiratoria, es la mejor forma de hacer frente a un verano que, año tras año, llega más caluroso.