Nvidia, el principal termómetro de la revolución de la Inteligencia Artificial (IA) en los mercados, presentó unos resultados que, aunque batieron las previsiones, provocaron una caída del 3% en su cotización en el mercado fuera de hora. ¿La razón? Una combinación de expectativas desmesuradas, desaceleración en su división clave de centros de datos y un entorno geopolítico cada vez más hostil.
En su segundo trimestre fiscal, la compañía obtuvo un beneficio de 26.422 millones de dólares, lo que supone un incremento del 59% interanual, con unas ganancias por acción de 1,08 dólares (frente a los 1,01 esperados). Sus ingresos totales crecieron un 56%, hasta los 46.743 millones de dólares, superando también los 46.200 millones previstos por los analistas.
Sin embargo, el mercado reaccionó con frialdad. Y es que, a pesar del crecimiento, la división de centros de datos, que representa el grueso del negocio de Nvidia, quedó por debajo de lo esperado: creció un 56% hasta los 41.096 millones, frente a los 41.290 millones anticipados. Además, las previsiones para el tercer trimestre tampoco cumplieron las expectativas más optimistas. Nvidia espera ingresos de 54.000 millones de dólares, cuando algunos analistas hablaban de hasta 60.000 millones.
Las sombras sobre su división de centros de datos, la debilidad en previsiones y la tensión geopolítica con China enfrían el rally del gigante de los chips
El motor de la IA muestra señales de desgaste
Nvidia se ha convertido en el símbolo del boom de la IA, con una capitalización superior a los 4 billones de dólares, lo que representa el 7,5% del S&P 500. Su papel como proveedor esencial de chips para IA ha disparado su valor en bolsa, que hasta el cierre del miércoles acumulaba un rally del 35,23% en lo que va de año.
Sin embargo, hay síntomas de enfriamiento. Por un lado, la dependencia de pocos clientes: el 34% de las ventas del último año provienen de solo tres empresas no identificadas, presumiblemente gigantes como Microsoft, Meta, Amazon o Google. Por otro lado, el mercado empieza a cuestionarse la rentabilidad real de la IA, después de que un estudio del MIT revelara que el 95% de los proyectos en empresas no ha dado retorno económico.
Incluso Sam Altman, CEO de OpenAI, ha advertido del “exceso de entusiasmo” en torno al potencial económico de la IA, sugiriendo que podríamos estar ante una “burbuja tecnológica” alimentada por narrativas más que por resultados tangibles.
Geopolítica: el otro frente abierto de Nvidia
La creciente tensión entre Estados Unidos y China ha afectado directamente a Nvidia. Las restricciones impuestas a los chips H20, considerados de alta capacidad, han frenado las exportaciones al país asiático. Aunque la empresa y AMD lograron licencias tras comprometerse a pagar un 15% de los ingresos generados en China, el contexto sigue siendo incierto.
Pekín ha exigido a sus empresas reducir la compra de chips norteamericanos, alegando preocupaciones de seguridad sobre posibles “puertas traseras” en los productos de Nvidia. A esto se suman declaraciones polémicas del secretario de Comercio de EE. UU., Howard Lutnick, que propuso entregar a China “los cuartos mejores chips”, algo que fue considerado “insultante” por las autoridades chinas.
La reacción de las autoridades de ambos países pone en entredicho la estabilidad de los ingresos de Nvidia en una de sus plazas clave. Y con una guerra comercial latente, cualquier escalada puede tener efectos sobre su cuenta de resultados.
El mercado ignora el repunte del gaming
Un dato positivo que pasó desapercibido en la presentación de resultados fue el crecimiento del área de gaming, que repuntó un 49% hasta los 4.287 millones de dólares. Esta cifra refleja una recuperación de este segmento tras varios trimestres de debilidad y podría consolidarse como un pilar relevante si las ventas de IA se estabilizan.
Además, el anuncio de una recompra de acciones por valor de 60.000 millones de dólares tampoco consiguió levantar el ánimo de los inversores. La operación, destinada a reforzar el valor de la acción, fue interpretada como una maniobra defensiva en un momento de dudas sobre el crecimiento futuro.
¿Qué esperar del futuro inmediato?
Nvidia ha logrado mantener una ventaja competitiva considerable gracias a su liderazgo tecnológico. Sin embargo, su futura evolución dependerá del verdadero impacto económico de la IA, de la capacidad de diversificar su base de clientes y de sortear los riesgos regulatorios y geopolíticos.
Los analistas coinciden en que las expectativas estaban demasiado infladas. Aunque los resultados son sólidos, el mercado esperaba más. Y cuando una empresa representa el 7,5% del valor total del S&P 500, cualquier desviación, por pequeña que sea, se magnifica.
El papel de las big tech en su crecimiento
Buena parte del negocio de Nvidia depende de las inversiones masivas que empresas como Amazon, Google, Microsoft y Meta están realizando en infraestructuras para IA. A finales de julio, estas compañías anunciaron un desembolso conjunto de 320.000 millones de dólares en centros de datos y tecnología asociada.
Si este flujo de inversión se mantiene, Nvidia seguirá creciendo. Pero si la narrativa cambia, si la IA tarda más de lo previsto en generar retornos medibles, la presión bajista en su cotización podría intensificarse.
¿Burbuja tecnológica o consolidación?
Las dudas sobre una posible burbuja de la IA no son nuevas, pero se intensifican con cada trimestre en el que las expectativas no se cumplen al 100%. El mercado está en un momento en el que exige certezas, especialmente después de años de tipos de interés bajos que alimentaron la especulación tecnológica.
En este escenario, Nvidia está obligada a demostrar que la IA no es solo una promesa, sino una realidad rentable y sostenible.