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La digitalización acelerada de los negocios, el crecimiento del ecommerce y la adopción masiva del trabajo en remoto han ampliado la superficie de exposición a ataques informáticos, especialmente entre Pymes. El problema no es solo la frecuencia, sino también el impacto el impacto de los mismos.

Según el informe Ciberseguridad como activo, elaborado por Vodafone Empresas en colaboración con el Instituto Nacional de Ciberseguridad (Incibe), los ciberataques dirigidos a empresas aumentaron un 43% interanual en 2024.

Las consecuencias pueden ser devastadoras. El mismo informe advierte de que el 60% de las pymes se ve obligada a cerrar tras sufrir un ciberataque grave, incapaces de asumir el coste económico, reputacional y operativo de una brecha de seguridad. En este contexto, la ciberseguridad ha dejado de ser un gasto para convertirse en un factor crítico de supervivencia empresarial.

Un hacker ético para frenar la sangría de los ciberataques

Ante este escenario, el perfil del hacker ético emerge como una figura clave. Se trata de profesionales especializados en detectar vulnerabilidades antes de que sean explotadas por ciberdelincuentes, actuando como una suerte de “atacantes controlados” al servicio de la defensa digital. Desde Tokio School, escuela tecnológica especializada en formación digital, definen el hacking ético como la práctica de analizar sistemas informáticos de forma legal y autorizada para identificar fallos de seguridad y corregirlos a tiempo.

A diferencia del hacker malicioso, el hacker ético utiliza las mismas técnicas, herramientas y metodologías que emplearía un atacante real, pero lo hace dentro de un marco legal y con un objetivo preventivo. Su misión es proteger datos, sistemas y transacciones digitales, anticipándose a amenazas que, de materializarse, podrían paralizar la actividad de una empresa.

Cómo es un hacker ético, qué formación tiene…

Este perfil profesional requiere una formación técnica sólida en redes, sistemas operativos, análisis de vulnerabilidades y pruebas de penetración, pero también una mentalidad específica. “Un hacker ético debe aprender a pensar como un ciberdelincuente”, explican desde el equipo académico de Tokio School. “No basta con conocer la teoría: es imprescindible entrenar la capacidad de detectar patrones, anticipar movimientos y entender cómo se comporta un atacante”.

La demanda de estos expertos crece al mismo ritmo que lo hacen los ataques. Según un informe de la Asociación Española para la Digitalización, el puesto de experto en ciberseguridad ocupa el tercer lugar entre los empleos con mayor crecimiento en los últimos tres años, con un incremento del 508% en el número de ofertas. Un dato que refleja tanto la escasez de talento especializado como la urgencia de las empresas por reforzar sus defensas.

Los hackers éticos son hoy perfiles altamente demandados por grandes empresas, entidades financieras, comercios electrónicos, tecnológicas, consultoras especializadas e incluso organismos públicos. Cualquier organización que gestione datos sensibles, información personal o transacciones económicas necesita contar con este tipo de profesionales. Su trabajo diario es diverso: desde auditorías de seguridad y pruebas de intrusión controladas, hasta análisis de riesgos, revisión de aplicaciones y colaboración con equipos de desarrollo para reforzar la protección desde el diseño.

Más allá de la detección de fallos, su labor tiene un impacto directo en la confianza. “Hoy en día no basta con reaccionar cuando ocurre un incidente”, subrayan desde Tokio School. “Las empresas necesitan prevenir. Un hacker ético permite detectar fallos antes de que se conviertan en problemas graves, protege la confianza del cliente y evita pérdidas económicas y daños reputacionales”. En un entorno de compras online constantes y pagos digitales, la seguridad se ha convertido en un elemento clave de la experiencia del usuario.

La corresponsabilidad de los empleados en la ciberseguridad

Sin embargo, la protección frente a los ciberataques no recae únicamente en las empresas. Los expertos coinciden en que el usuario sigue siendo uno de los eslabones más vulnerables de la cadena de seguridad. Phishing, fraudes por correo electrónico o mensajes fraudulentos siguen siendo algunas de las técnicas más utilizadas por los ciberdelincuentes para acceder a datos personales y bancarios.

Por ello, desde Tokio School recuerdan que la concienciación y la formación del usuario son tan importantes como la inversión en tecnología. “Adoptar hábitos seguros al hacer compras online es tan esencial como proteger una tarjeta física o cerrar la puerta de casa con llave”, advierten. En este sentido, el centro formativo comparte tres recomendaciones básicas para reducir el riesgo de ser víctima de un ciberataque.

La primera es verificar siempre la legitimidad de una web antes de realizar una compra, comprobando la URL, buscando opiniones y asegurándose de que la conexión es segura. La segunda pasa por utilizar contraseñas únicas y robustas, así como activar la verificación en dos pasos siempre que sea posible. Y la tercera, quizá la más sencilla y eficaz, es desconfiar por defecto: evitar acceder a ofertas desde enlaces recibidos por correo o SMS y escribir directamente la dirección en el navegador.