En cuestiones de salud, la prevención de enfermedades más directa es la que proviene de dentro, del interior de cada cuerpo. Dicho de otro modo, la inmunología es el mejor escudo protector de enfermedades. Sirva tal reflexión para destacar la importancia de nuestro sistema inmunitario y la especialidad que lo respalda a nivel médico, a la cual le espera un futuro muy esperanzador por la investigación y las nuevas tecnologías.
La doctora Silvia Sánchez-Ramón, jefa de Inmunología Clínica del Hospital Ruber Internacional, recalca para Directivos y Empresas que este ámbito en el que ella ejerce es nada menos que “la arquitectura fundamental para una medicina que aspire a ser realmente precisa, humanizada e integradora”.
Doctora Silvia Sánchez Ramón.
El futuro de la inmunología se está empezando a escribir ya
Así es posible que más pronto que tarde se empiece a ver el cambio de paradigma que está surgiendo en este ámbito que hasta hace años parecía vivir casi en un segundo plano. Viéndolo con perspectiva, trabajar e investigar sobre el sistema inmunitario es mejorar la capacidad de defensa de patologías tan comunes como alergias, inflamaciones, trasplantes o incluso cáncer.
La ciencia está detrás de todo ello con el objetivo de hacer de la inmunología un campo preventivo y no tanto reactivo ante cualquier alteración en el organismo. He ahí el gran cambio. Durante décadas, la medicina se ha caracterizado por ser principalmente reactiva: intervenir cuando la enfermedad ya se ha manifestado.
No obstante, el avance está ayudando a cambiar esa lógica. Gracias al desarrollo de biomarcadores cada vez más precisos, será posible identificar alteraciones inmunológicas incluso antes de que surjan los primeros síntomas. De esta manera, el diagnóstico precoz pasará de ser una aspiración a convertirse en un estándar de la práctica clínica.
“El sistema inmunitario nos ofrece señales muy tempranas de desequilibrio. Si aprendemos a interpretarlas con precisión, podremos adelantarnos y evitar la progresión de enfermedades que hoy se diagnostican demasiado tarde”, analiza la doctora la Dra. Sánchez-Ramón.
Inteligencia artificial al servicio del médico
En este proceso de anticipación, la inteligencia artificial (IA) emerge como aliada clave. Su capacidad para analizar millones de datos genéticos, clínicos e inmunológicos multiplica las posibilidades de obtener predicciones más fiables sobre el desarrollo de enfermedades.
Sin embargo, la especialista insiste en que la tecnología debe estar al servicio de la relación médico-paciente: “El verdadero valor de la inteligencia artificial está en devolver tiempo al médico. Liberarlo de tareas rutinarias para que pueda centrarse en lo esencial: escuchar, interactuar y ejercer el juicio clínico con empatía”.
Esta visión refleja un cambio de paradigma: la medicina del futuro no será solo más tecnológica, sino también más humana.
Terapias avanzadas: del cáncer a las enfermedades autoinmunes
La inmunología no se limita a diagnosticar mejor. También está en el corazón de algunas de las terapias más revolucionarias que ya están cambiando el rumbo de la medicina. Un ejemplo son las terapias celulares CAR-T, que han supuesto un avance decisivo en la oncología. Estas técnicas, basadas en modificar los linfocitos T del propio paciente para que ataquen de manera específica a las células tumorales, han logrado resultados inéditos en algunos cánceres de la sangre.
Hoy, su potencial se está explorando también en enfermedades autoinmunes graves, lo que abre la puerta a tratamientos personalizados en patologías hasta ahora sin solución definitiva.
Otro enfoque prometedor son los linfocitos infiltrantes de tumor (TIL), que se perfilan como una herramienta de gran valor frente a tumores sólidos y enfermedades crónicas.
No obstante, trasladar estos avances del laboratorio a la práctica clínica plantea enormes retos. “Para que estas terapias lleguen de forma segura, equitativa y sostenible a la cabecera del paciente es imprescindible invertir en centros de excelencia traslacional, donde la investigación y la asistencia trabajen de la mano”, advierte Sánchez-Ramón.
La complejidad de las enfermedades exige una colaboración multidisciplinar en la que inmunólogos, oncólogos, reumatólogos, internistas, bioinformáticos y farmacólogos trabajen de manera coordinada. A ello se suma un actor fundamental: las asociaciones de pacientes, que aportan una visión insustituible sobre las prioridades reales, los efectos secundarios y la calidad de vida.