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Aunque la última palabra en cuestiones de salud la tienen los sanitarios, la educación en este ámbito es clave para que las personas sepan cómo cuidar de su cuerpo y tomar una actitud proactiva en términos de prevención. Venimos de conmemorar el Día Mundial de la Menopausia y, a colación de esta jornada, cabe distinguir algunas patologías que se presentan por cambios hormonales. En estas líneas hablaremos de las diferencias entre el lipedema y el linfedema de la mano del doctor Pablo Gallo González, jefe de la Unidad de Angiología y Cirugía Vascular del Hospital Ruber Internacional.

¿Qué es el lipedema?

Según el experto, el lipedema se debe a un exceso de grasa dolorosa y simétrica que respeta manos y pies. Es un trastorno crónico de la distribución del tejido graso. Afecta casi exclusivamente a mujeres y suele manifestarse de manera simétrica en caderas, muslos, piernas y, en algunos casos, brazos. Curiosamente, no afecta a manos ni pies, una de las claves para distinguirlo del linfedema.

Suele aparecer o agravarse en momentos de cambios hormonales, como la pubertad, el embarazo o la menopausia, lo que refuerza la hipótesis de que existe una predisposición hormonal y genética. Entre sus síntomas más habituales destacan el dolor al tacto, los hematomas frecuentes, la sensación de pesadez, la fatiga y una piel blanda con pequeños nódulos bajo la superficie.

Pero quizá lo más frustrante para las pacientes es que esta grasa no responde ni a dietas ni al ejercicio físico. “Muchas mujeres llegan a la consulta pensando que es un problema de sobrepeso, pero en realidad se trata de una alteración metabólica del tejido graso”, explica el Dr. Gallo. “No es un fallo de voluntad, es una enfermedad que requiere abordaje médico especializado”.

¿Qué es el linfedema?

El linfedema, por su parte, tiene un origen completamente distinto. Es una alteración del sistema linfático —el encargado de drenar el exceso de líquido y filtrar desechos— que se produce cuando los vasos linfáticos están dañados, malformados o bloqueados.

Puede ser primario, es decir, de origen congénito, o secundario, derivado de intervenciones quirúrgicas, radioterapia, infecciones o traumatismos. Es frecuente, por ejemplo, en mujeres que han sido operadas de cáncer de mama y han sufrido extirpación de ganglios linfáticos.

A diferencia del lipedema, el linfedema suele afectar solo a una extremidad y no es simétrico. La hinchazón es persistente, puede incluir manos o pies y suele ir acompañada de tirantez en la piel, endurecimiento progresivo e incluso infecciones cutáneas recurrentes. Si no se trata, puede evolucionar hacia una fibrosis que compromete la movilidad.

Doctor Pablo Gallo

Doctor Pablo Gallo.

El diagnóstico: una cuestión de observación y precisión

Para diferenciar ambas patologías, el especialista se apoya en una historia clínica detallada, una exploración física minuciosa y, si es necesario, pruebas de imagen como eco-Doppler, linfogammagrafía o resonancia magnética.

Uno de los signos más utilizados en consulta es el signo de Stemmer, que consiste en intentar pellizcar la piel del dorso del segundo dedo del pie. Si no es posible levantar la piel (signo positivo), se trata de linfedema; si sí puede pellizcarse (signo negativo), indica lipedema.

La distribución también ofrece pistas claras: el lipedema es simétrico y bilateral; el linfedema, asimétrico. Además, cuando el paciente eleva la pierna, la hinchazón del linfedema suele mejorar en fases iniciales, algo que no ocurre en el lipedema.

Identificar de forma temprana estas patologías evita complicaciones como la fibrosis o el lipo-linfedema, que combina ambas enfermedades”, advierte el Dr. Gallo.

Tratamientos distintos para problemas distintos

Aunque ambas enfermedades comparten el objetivo de mejorar la función y la estética de las extremidades, el tratamiento varía de forma significativa.

En el caso del lipedema, el abordaje combina fisioterapia, terapia compresiva y ejercicio adaptado, orientado a estimular la circulación y reducir el dolor. En fases avanzadas, se puede recurrir a la liposucción selectiva para eliminar el tejido adiposo alterado, siempre con control médico y técnica especializada.

El linfedema, en cambio, requiere drenaje linfático manual, prendas de compresión específicas y cuidados diarios de la piel. En casos seleccionados, puede valorarse la microcirugía linfática o el trasplante ganglionar.

A pesar de sus diferencias, ambos tratamientos coinciden en la importancia del ejercicio regular, la alimentación equilibrada y la constancia en las terapias de compresión, que ayudan a mejorar la circulación y prevenir el avance de los síntomas.

“El tratamiento debe personalizarse —afirma el Dr. Gallo—; en lipedema buscamos reducir la grasa dolorosa y mejorar la movilidad; en linfedema, controlar la hinchazón, prevenir infecciones y preservar la función de la extremidad”.