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En unos días se celebrará el Sorteo de la Lotería de Navidad en España. Nuevamente se hablará del famoso Gordo de la Lotería y el jugoso premio en metálico que se reparte en estas fechas. Lo más probable es que uno no resulte agraciado en tal sorteo, pero… ¿y si sí?

Aquellos afortunados deberán recurrir a esta información que compartimos de la mano del profesor de OBS Business School y director de InveretiK, Jaime Martínez Tascón. Lo primero que recomienda este experto con tanto dinero esperando es tener la cabeza fría. Difícil, pero no imposible. Lógicamente, no habla de no brindar por la ocasión, mucho menos, sino del después.

Jaime Martínez Tascón

Qué hacer con el dinero del Gordo de la Lotería de Navidad…

Ya con el reposo, antes de pensar en viajes, coches o inversiones, hay un actor que entra en escena de manera inmediata: la Agencia Tributaria. En el caso del Gordo de la Lotería de Navidad, el premio asciende a 400.000 euros por décimo, pero no todo llega al bolsillo del ganador.

La normativa fiscal vigente establece que los primeros 40.000 euros están exentos de tributación, mientras que el resto del premio tributa al 20 %. Esto significa que Hacienda retiene 72.000 euros y el importe neto que recibe el ganador se sitúa en 328.000 euros. Un detalle importante: esta exención se aplica por décimo, no por persona. En el caso de décimos compartidos, la exención no se multiplica.

Con las cuentas claras, llega la verdadera pregunta: ¿y ahora qué?

El mayor error: actuar con prisa

Expertos como este profesor de OBS coinciden en un primer consejo fundamental: no tomar decisiones precipitadas. La historia está llena de ganadores de grandes premios que, movidos por la euforia o por una falsa sensación de seguridad económica, acabaron perdiéndolo todo en pocos años.

Gastos desmedidos, inversiones sin análisis, préstamos a familiares y amigos, negocios improvisados o fraudes son algunos de los riesgos más habituales. Ganar la lotería convierte de la noche a la mañana a cualquier persona en gestora de su propio patrimonio, pero no todos están preparados para ese papel.

Saldar deudas: rentabilidad inmediata y sin riesgo

El segundo paso lógico es revisar las deudas existentes. Cancelar préstamos personales, tarjetas de crédito o financiaciones con tipos de interés elevados supone una rentabilidad automática y sin riesgo. Pocas inversiones ofrecen un beneficio tan claro como eliminar intereses del 8, 10 o incluso 20 % anual.

No se trata necesariamente de liquidar todas las deudas —algunas hipotecas con tipos bajos pueden mantenerse—, sino de priorizar aquellas que generan mayor carga financiera y menor valor estratégico.

Definir objetivos y perfil de riesgo

Con el capital restante, llega el momento clave: planificar. No todas las personas tienen las mismas necesidades, horizontes temporales ni tolerancia al riesgo. Por eso, uno de los errores más comunes es tratar el premio como un bloque homogéneo.

Los expertos recomiendan dividir el dinero en al menos dos grandes categorías:

  • Ahorro y liquidez a corto plazo, para gastos inmediatos o imprevistos.
  • Inversión a medio y largo plazo, con un horizonte de crecimiento del patrimonio.

El dinero que se pueda necesitar en el corto plazo debe mantenerse en productos seguros y líquidos: cuentas remuneradas, depósitos a plazo fijo, deuda pública o fondos de inversión conservadores. Aquí, el objetivo no es maximizar la rentabilidad, sino preservar el capital.

Invertir a largo plazo: asumir riesgo con criterio

La parte del premio destinada al largo plazo permite asumir más riesgo, siempre de forma razonada y diversificada. Fondos de inversión, carteras gestionadas o productos adaptados al perfil del inversor son opciones habituales. El error no es asumir riesgo, sino hacerlo sin conocimiento. Contar con un profesional independiente puede marcar la diferencia entre una estrategia coherente y una sucesión de decisiones impulsivas.

La inversión inmobiliaria aparece con frecuencia en la mente de los premiados, pero también requiere análisis. Comprar “por comprar” puede ser un error. La clave está en buscar activos con precios competitivos y potencial de rentabilidad futura, ya sea vía alquiler o revalorización.