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Quizás la mejor manera de aprender de un empresario es repasar todo lo que ha hecho en su vida, de ahí que el género de la biografía no solo sirva para revivir la memoria de quienes marcaron una época, sino también de analizar sus aciertos y errores mirando hacia el futuro. Ese es el espíritu que recorre la obra José Fernández López. Un empresario sin miedo al riesgo (LID), de la periodista e investigadora Marisa Gallero, que rescata la trayectoria de uno de los grandes nombres de la historia económica de España en el siglo XX. El trabajo de Gallero ha sido reconocido con el Premio LID de Biografía Empresarial.

En su prólogo, el periodista Bieito Rubido lo sitúa entre los cinco grandes empresarios de su tiempo y lo describe como un hombre de “creatividad fecunda, discreción digna de alabanza, dedicación constante al trabajo y un escaso apego al dinero”. A su juicio, detrás de cada una de sus iniciativas “latía un profundo sentido de servicio al interés general”.

La obra se apoya en una exhaustiva investigación y en documentación inédita que arroja nueva luz sobre un hombre discreto en las formas, pero incansable en la acción. Gallero lo define como “un auténtico visionario que supo adelantarse a su tiempo y que nunca tuvo miedo al riesgo”. Sobre el libro y la figura de este empresario se desarrollarán eventos de presentación a lo largo de las próximas ciudades en Madrid, Lugo, Vigo y Mérida.

José Fernández López, un visionario adelantado a su época

Nacido en Lugo, José Fernández López destacó por su capacidad para detectar oportunidades en medio de la adversidad. Durante la República adquirió en solitario dos mataderos industriales en quiebra. En plena Guerra Civil, financió la compra del último ejemplar porcino de un linaje en extinción para evitar que cayera en manos inglesas.

Tras la contienda, fundó junto a sus hermanos un laboratorio químico en un contexto de posguerra y dio cobijo a científicos represaliados por la dictadura. Años más tarde, se atrevió a sobrevolar Alemania en plena Segunda Guerra Mundial —con las luces del avión apagadas y bajo una tormenta de bombas— para adquirir vagones con los que impulsaría el transporte ferroviario en España.

Fue también el creador de un sistema de cambio de ejes ferroviarios que permitió unir España con Europa sin necesidad de transbordo en la frontera pirenaica, una innovación que modernizó las comunicaciones en un país aislado.

Casi medio siglo después de sus mayores logros, la huella de José Fernández López sigue presente en sectores clave de la economía española: la biotecnología, el transporte ferroviario, la pesca internacional o la industria alimentaria.

Como concluye Rubido en el prólogo, “hoy todos somos un poco herederos de la iniciativa de aquel lucense discreto en las formas, que albergaba en su interior el alma de un tenaz e inquieto emprendedor”.

Empresas y proyectos de todo un pionero: primeros barcos congeladores o la primera plantación de kiwi en Europa

El catálogo de empresas e iniciativas ligadas a su nombre es tan amplio como sorprendente: desde el Matadero Industrial de Mérida y Porriño hasta Zeltia, Titania, Transfesa, Corchera Extremeña, Antibióticos, Frigolouro, Pelefisa, Frigsa, Ifesa, Litia, Pescanova o Sea Harvest Corporation, entre muchas otras.

Su espíritu pionero se tradujo en apuestas visionarias: la primera flota de barcos congeladores de Europa, sociedades mixtas en África, la expansión pesquera a otros continentes o la primera plantación europea de kiwi, un cultivo entonces exótico que hoy forma parte de la dieta habitual.

También se adentró en la minería —para garantizar estaño con el que fabricar latas de conserva o caolín para la producción del insecticida DDT—, explotó los primeros yacimientos de titanio y litio, y se asoció con laboratorios para producir antibióticos durante la autarquía.

Compromiso social y cultural

Más allá de la empresa, Fernández López entendía la responsabilidad social como una parte inseparable de su actividad. Promovió viviendas bonificables, economatos, bibliotecas, institutos y hospitales en los años más duros del hambre.

En el terreno cultural, financió el legado de Alfonso Daniel Rodríguez Castelao, referente del galleguismo, para asegurar que su viuda no careciera de recursos. También donó obras de arte, colecciones de antigüedades y restos arqueológicos, reforzando su compromiso con el patrimonio colectivo.