En nuestros días, la historia se escribe con algoritmos, teléfonos inteligentes, aplicaciones digitales o redes móviles. Todo lo que imaginábamos es ahora posible. Los primeros 25 años de este milenio no paran de darnos nuevos adelantos en un mundo donde lo virtual convive a diario con lo real.
Pasa algo parecido con los casinos físicos y los que están disponibles en línea. Aunque cuando son online, suelen tener más promociones. Por ejemplo, Casumo, activo desde 2012, ofrece un código de bono del casino que hace difícil que uno quiera volver a los formatos analógicos. De la misma manera que para alguien que tenga hoy unos 40 años es casi imposible recordar cómo nos manejábamos en el año 2000, cuando salíamos de casa sin Internet en el bolsillo.
Ya son 6.000 millones de personas las que tienen teléfonos inteligentes a día de hoy en todo el mundo. Con una conexión rápida e incluso asistentes. Ahora tenemos televisores planos, auriculares inalámbricos, robots que limpian nuestras casas, sistemas de comunicación doméstica que conectan nuestros radiadores y lavadoras a Internet y salas de juegos de azar en línea.
Nuestra vida está llena de tecnología y casi toda ella se ha desarrollado en este primer cuarto de siglo. Se han tendido puentes digitales entre millones de personas que nunca se habrían conocido en persona. Se ha acelerado la innovación y el horizonte es una conquista asequible en todos los sectores de la economía.
Cambios abismales en los últimos 25 años
El mundo de hace 25 años no se parecía en casi nada al actual. Entre otras cosas, solo había 700 millones de teléfonos móviles en el año 2000 y ahora toda la población adulta del planeta tiene uno. Además, los dispositivos no se parecen en nada a los de entonces. Ahora tienen una conexión rápida, asistentes de inteligencia artificial, almacenamiento en la nube y millones de aplicaciones disponibles.
En la palma de nuestras manos podemos tener todo lo que necesitamos en el día a día. Una cartera con la que pagar. Podemos hacer pedidos de comida, reservar un taxi o una cita en el médico; podemos escuchar música. Se puede hacer la compra en el súper o en tu tienda de moda favorta. Leer un libro, o el periódico; visitar un museo, reservar un viaje o un vuelo. Una clase en el gimnasio. Podemos consultar un mapa, ver una película, jugar en un casino o hacer apuestas.
Todo se aceleró a finales de los años 90 con la explosión de Internet. El desarrollo ha sido exponencial desde entonces. La información y el conocimiento disponibles no tienen fin. Desde entonces, se ha iniciado una carrera por crear servicios y plataformas online que, en algunos casos, han tenido inversiones desmesuradas que no han funcionado. Pero nada frena el avance tecnológico.
La conexión ha permitido a las empresas digitalizarse, algo que sigue vigente a día de hoy. Así, han podido optimizar sus operaciones y reducir sus costes. Hace unos año comprar y vender algo en una plataforma de comercio electrónico era una anécdota. En el 2000, sólo el 3 % de la población se diaba de las páginas webs a la hora de comprar algo. Hoy, el volumen de negocio sólo en España es de casi 100.000 millones de euros. El 62% de la población ha comprado online, según el Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad, también conocido como ONTSI.
La inteligencia artificial multiplica el progreso
Los sistemas de procesamiento de lenguaje natural también han traído un gran progreso, capaces ahora de entrenarse y optimizarse con una cantidad ingente de datos de texto extraídos de la red. Ahora tenemos algoritmos que son capaces de generar desde texto a imágenes.
Todo este progreso se ve también en la medicina. Se han desarrollado modelos que revolucionan y aceleran la investigación de nuevos fármacos. O en el ámbito financiero, en el que los algoritmos han cambiado la forma en que se gestionan los riesgos y se detecta el fraude.
El mundo digital empezó a expandirse a principios de este siglo. Al principio, hubo proyectos con estrepitoso ascenso y caída, como aquel famoso servicio que permitía descargar contenidos musicales de Internet. También se vio cómo el conocimiento se democratizaba con una gran enciclopedia virtual que estaba hecha por y para los usuarios de la red.
A inicios de siglo, producían 1.500 millones de gigabytes de datos que se almacenaban en todo el mundo. Hoy en día, un solo motor de búsqueda procesa más de 100 millones de gigabytes de datos para ofrecer un resultado. El planeta va a estar creando 180 billones de gigabytes este año. O lo que es lo mismo, más de 6.500 millones de años de vídeo en alta definición.
De las redes sociales al internet de las cosas
Otro de los grandes avances que no esperábamos hace 25 años era que el cosmos digital se expandiera con fotos, vídeos y textos personales de cientos de millones de personas. Las redes se han convertido en una tecnología con alcance mundial. Al principio se concibieron para compartir experiencias entre amigos, pero con el tiempo, han cambiado cómo nos comunicamos, cómo compartimos información y cómo nos conectamos con todos los demás.
Después ha sido el turno del internet de las cosas, o IoT. Ya no sólo la gente produce información, sino también los objetos. De ello se valen las empresas para agilizar la manera en que obtienen información, que después analizan para ser más eficientes. El ser humano se ha dado cuenta de que todo es información: los servicios de logística, la agricultura, la medicina, los deportes, las ciudades y un largo etcétera.