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En marzo del año 2000, Cisco Systems valía más de 500.000 millones de dólares en bolsa, con ingresos anuales de apenas 20.000 millones. Era el icono de la burbuja puntocom. Cuando estalló, las acciones se desplomaron un 86 % y tardaron más de veinte años en recuperar parte del terreno perdido (Harding Loevner, The Cautionary Tale of Cisco Systems, 2024).

Hoy, el argumento dominante es el inverso: “no hay burbuja”. Se repite que NVIDIA vende tanto como vale, que su múltiplo de ventas está respaldado por beneficios reales. Pero esta lectura es incompleta. Lo que vivimos no es un espejismo especulativo, sino algo más profundo: la industrialización del conocimiento.

El riesgo no es un colapso financiero, sino un desfase temporal. El mercado ha descontado una adopción masiva de la IA que se ha adelantado entre 18 y 20 meses respecto a su madurez operativa. En otras palabras: hemos encendido la bombilla antes de haber cableado del todo la red eléctrica.

De Cisco a NVIDIA: dos espejos de época

Cisco simbolizó el exceso de expectativas sobre Internet. NVIDIA encarna la euforia racionalizada de una tecnología que sí genera ingresos tangibles. Pero ambas comparten un patrón: la anticipación excesiva del futuro.

En 2000, Cisco cotizaba a un ratio precio/ventas superior a 25x (Harding Loevner, 2024). En 2025, NVIDIA oscila entre 17x y 20x ventas (según Bloomberg Intelligence, Q2 2025). No es un delirio, pero sí un nivel propio de sectores industriales antes de su saturación.

La diferencia es de fondo: Cisco vendía routers; NVIDIA vende el motor físico del nuevo sistema nervioso de la economía. Sin embargo, incluso una revolución tecnológica necesita una red que la soporte. Y esa red —de datos, energía, regulación y adopción— aún no está plenamente instalada.

Electricidad, bombilla y enchufe

La IA está repitiendo el mismo patrón que siguió la electricidad a principios del siglo XX. Primero llegó la bombilla: visible, fascinante, símbolo de modernidad. Luego vino la realidad: sin una red eléctrica estable, la bombilla no servía de nada.

La IA generativa es esa bombilla. Muestra su brillo en demostraciones, imágenes y copilotos. Pero la verdadera transformación —la que convierte esa luz en productividad— depende del enchufe: la infraestructura que permite conectar esa potencia a cada proceso, empresa o institución.

Hoy el enchufe aún se está construyendo. Faltan adaptadores culturales (formación), convertidores organizativos (procesos) y redes estables (infraestructura de datos y energía).

Lo que vemos en los mercados financieros es la valoración del brillo de la bombilla, sin haber terminado de desplegar la red eléctrica.

Por eso la metáfora es precisa: no hay burbuja, hay corriente mal sincronizada.

La industrialización del conocimiento

La IA deja de ser innovación para convertirse en infraestructura productiva. Lo que antes era laboratorio hoy se comporta como una fábrica de razonamiento. Según Deutsche Bank Research (septiembre 2025), el 80 % del CAPEX en IA ya se destina a infraestructura de entrenamiento e inferencia, no a investigación.

Estamos pasando de la economía del software a la economía del cómputo. Los datos, los chips y la energía se convierten en los nuevos factores de producción. La inteligencia se mide en kilovatios, gigabytes y horas de GPU.

Ese proceso industrializador explica por qué las valoraciones no son pura euforia: el capital está fluyendo hacia lo tangible. Pero el riesgo es el de siempre en toda industrialización acelerada: construir la planta antes de que llegue la demanda.

El reloj adelantado: la adopción que aún no ha llegado

Según Citi Global Insights (agosto 2025), el retorno corporativo real de la IA se alcanzará de forma plena entre 2026 y 2027, no antes. Las empresas aún están integrando la IA en sus flujos de trabajo, adaptando estructuras y validando beneficios.

El mercado, sin embargo, ya ha valorado esos beneficios como si existieran hoy. Ese es el desfase de 18 a 20 meses: el tiempo que separa la promesa de la adopción efectiva.

La historia enseña que no hay que confundir “potencia” con “energía útil”. Lo que existe ahora es potencia acumulada —capital, hardware, expectativas—, pero falta la conversión en productividad.

Del mito de la IA general a la economía de los hyperscalers

Mientras los titulares debaten sobre la Inteligencia Artificial General (AGI), la verdadera competencia se libra en otro frente: la infraestructura. Los grandes hyperscalers —Microsoft, Google, Amazon, Meta y NVIDIA— se enfrentan a una carrera de escala, eficiencia y costes energéticos que recuerda a las batallas del acero o el petróleo en el siglo XX.

El Financial Times (octubre 2025) advierte que “el riesgo más realista no es una burbuja que estalle, sino una desaceleración industrial que deje a algunos gigantes atrapados con capacidad ociosa”. Es decir, un exceso de enchufes sin bombillas conectadas.

“el riesgo más realista no es una burbuja que estalle, sino una desaceleración industrial que deje a algunos gigantes atrapados con capacidad ociosa” – Finantial Times (Octubre 2025)

Geopolítica del silicio: la sombra de China

La dimensión final es geopolítica. Aunque Washington mantiene restricciones a la exportación de GPUs avanzadas, China sigue compitiendo.

Reuters (15 julio 2025) confirmó que NVIDIA solicitó licencia para reanudar ventas del chip H20 en China.

Financial Times (8 agosto 2025) informó de controles más estrictos a la importación de chips en Pekín, mientras SCMP (septiembre 2025) señalaba que Huawei y Biren podrían recuperar capacidad plena en 12–18 meses.

El tablero no es tecnológico, sino de soberanía industrial. El conocimiento se ha convertido en un bien estratégico y el cómputo, en el nuevo petróleo.

Qué deberían leer los directivos entre líneas

  • No confundir demostración con adopción. La bombilla deslumbra, pero el valor está en la red.
  • Ajustar expectativas al ciclo real. La IA generará productividad, pero a un ritmo de integración progresiva, no explosiva.
  • Diversificar proveedores y geografías. La concentración de cómputo y energía es hoy el mayor riesgo sistémico.
  • Pensar en términos industriales, no digitales. La IA ya no es un software: es una infraestructura que exige logística, energía y mantenimiento.

No, no estamos ante una burbuja clásica. Pero sí vivimos un momento de electricidad sin red, de ideas brillantes conectadas a infraestructuras aún inestables.

El futuro de la IA no dependerá de cuántas bombillas se enciendan, sino de quién logre construir el enchufe universal que las conecte de forma segura y sostenible.

 

Fuentes citadas:

  • Harding Loevner, “NVIDIA and the Cautionary Tale of Cisco Systems”, 2024.
  • Bloomberg Intelligence, “NVIDIA Valuation Metrics”, Q2 2025.
  • Financial Times, “AI Gold Rush May Have Peaked Early”, julio 2025; “Industrial Slowdown in AI Adoption”, octubre 2025.
  • Deutsche Bank Research, “AI Factories and the New Compute Economy”, septiembre 2025.
  • Citi Global Insights, “AI Adoption Lag and Corporate ROI”, agosto 2025.
  • Reuters, “NVIDIA to Resume H20 GPU Sales to China”, 15 julio 2025.
  • Financial Times, “China Tightens Chip Import Controls”, 8 agosto 2025.
  • South China Morning Post, “China’s Domestic GPU Recovery Timeline”, septiembre 2025.

 

José Fernández Tamames

docente del grado en Ingeniería Informática en UNIE Universidad

José Fernandez Tamames