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El verano, tradicionalmente sinónimo de descanso y desconexión, no lo es tanto para los directivos de primer nivel. Según un análisis realizado por Catenon, multinacional española especializada en búsqueda global de talento, siete de cada diez CEOs en España reconocen que no han logrado desconectar totalmente durante sus vacaciones. La mayoría admite haber trabajado entre una y dos horas diarias, incluso en pleno agosto.

Este patrón refleja una realidad extendida en la alta dirección: la dificultad para desprenderse de la responsabilidad permanente que conlleva liderar una empresa. Aunque se reduce la intensidad, el trabajo nunca desaparece. Correos electrónicos, llamadas urgentes o decisiones estratégicas forman parte de la rutina estival de muchos ejecutivos.

Una desconexión relativa: el trabajo no se va de vacaciones

El estudio revela que las jornadas en verano no desaparecen, sino que se acortan y se retrasan. Los directivos suelen iniciar su actividad hacia las 10:00 o 10:30 de la mañana y dedicar entre 1 y 2 horas diarias a atender cuestiones laborales. Los fines de semana, especialmente viernes, sábado y domingo, se convierten en el único momento de desconexión real.

En cuanto a la duración de las vacaciones, lo más común han sido dos semanas de descanso, muchas veces fraccionadas en periodos más cortos. Durante esos días, los “segundos al mando” —directores generales adjuntos, directores financieros o de operaciones— asumen el peso de la operativa. Este relevo temporal pone de manifiesto la importancia de contar con equipos sólidos y preparados para mantener la estabilidad en ausencia del primer ejecutivo.

Para Mariana Spata, Managing Director de Catenon, “la desconexión total todavía es una asignatura pendiente en la alta dirección. Sin embargo, también demuestra que los equipos de segunda línea han ganado protagonismo, lo cual es un síntoma de madurez organizativa”.

“La desconexión total todavía es una asignatura pendiente en la alta dirección. Sin embargo, también demuestra que los equipos de segunda línea han ganado protagonismo, lo cual es un síntoma de madurez organizativa”

Una tendencia global con matices

Lo observado en España no es un fenómeno aislado. Catenon, presente en más de 100 países, ha identificado un patrón similar en directivos de Europa y de otras regiones del mundo. La falta de desconexión plena se repite en la mayoría de mercados. La única excepción destacable es Estados Unidos, donde los periodos vacacionales son mucho más cortos, pero suelen vivirse con mayor desconexión.

El sentido de responsabilidad absoluta ejerce una presión añadida sobre los líderes empresariales. Muchos consideran que deben estar siempre disponibles, incluso durante sus vacaciones, como parte de su compromiso con la organización. Paradójicamente, estos mismos directivos valoran y respetan que sus empleados sí disfruten de una desconexión total, buscando garantizarles un buen equilibrio entre vida personal y laboral.

Algunas empresas innovadoras están respondiendo a esta tendencia con políticas más flexibles: días libres adicionales por cumpleaños, semanas laborales intensivas para liberar los viernes o permisos especiales para asuntos personales. Estas prácticas buscan equilibrar las exigencias de negocio con el bienestar de los equipos.

Septiembre: el mes más honesto para el liderazgo

El regreso tras las vacaciones marca un punto de inflexión para la alta dirección. Según el análisis de Catenon, septiembre es percibido por muchos directivos como el mes más honesto del año para el liderazgo. Es el momento en el que se revela la capacidad real de los CEOs para:

  • Gestionar bajo presión.
  • Equilibrar negocio y personas.
  • Transmitir confianza en medio de la incertidumbre.

La intensidad de este mes está vinculada a factores clave: el impulso de nuevos desarrollos de negocio, la innovación, los procesos de transformación interna y la necesidad de adaptarse a un entorno global marcado por la inestabilidad geopolítica y la disrupción tecnológica.

La forma en que los líderes afronten septiembre no solo determinará el cierre del ejercicio, sino que también influirá en la cultura organizativa y en la solidez de la compañía en los meses posteriores.

El equilibrio entre desconexión y responsabilidad

El análisis plantea un dilema recurrente en la alta dirección: ¿es posible desconectar realmente sin poner en riesgo la empresa? Para muchos CEOs, la respuesta es negativa. Sin embargo, los expertos apuntan que una desconexión más real es posible si se adoptan algunas medidas organizativas:

  • Delegación efectiva en equipos de segunda línea.
  • Protocolos claros para la toma de decisiones en ausencia del CEO.
  • Uso de herramientas digitales que permitan supervisión sin necesidad de intervención constante.
  • Cultura empresarial que promueva la corresponsabilidad en la gestión.

Estas prácticas no solo alivian la presión sobre el primer ejecutivo, sino que también fortalecen las capacidades del equipo directivo y fomentan la resiliencia organizativa.

Liderar en tiempos de incertidumbre

El reto de desconectar en vacaciones es solo una de las muchas pruebas a las que se enfrentan los CEOs en un contexto marcado por la volatilidad. La incertidumbre geopolítica, la transformación digital y los cambios en los hábitos de consumo exigen un liderazgo más humano, adaptable y cercano.

Los directivos deben ser capaces de combinar la visión estratégica con la capacidad de inspirar confianza y cuidar de sus equipos. La madurez de las organizaciones dependerá, en gran medida, de cómo los líderes logren equilibrar su rol entre la exigencia empresarial y la necesidad personal de descanso.

Septiembre, prueba de fuego para la alta dirección

El análisis de Catenon evidencia que la desconexión total sigue siendo una asignatura pendiente para los CEOs españoles. Aunque reducen el ritmo y delegan parte de la gestión, la sombra del trabajo sigue presente incluso en los días de descanso.

Septiembre se erige, así, como el auténtico test de liderazgo: un mes en el que se mide la capacidad de los directivos para afrontar la presión, inspirar confianza y guiar a sus organizaciones en un entorno de cambio constante. La clave estará en encontrar un equilibrio entre responsabilidad y autocuidado, entre negocio y personas, entre desconexión y compromiso.