Directivos y Empresas

La variada fauna española

Por – Carlos Balado, profesor de OBS Business School y director de Eurocofin


El allanamiento del Capitolio, el Covid 19, el debate sobre la independencia de algunas comunidades autónomas, el falso debate sobre la Corona, las pensiones, el empleo en tiempos de una inteligencia artificial que puede medir minuciosamente el rendimiento laboral por persona; la desinformación, los bulos o “fake news” y la burbuja del bitcoin, entre otros, son hechos difíciles de clasificar.

En 2007 Nassim Nicholas Taleb definió el ya célebre “cisne negro” como un acontecimiento atípico, imprevisible, de consecuencias traumáticas; en 2014 Adam Sweidan, responsable de inversiones del fondo londinense Aurum, introdujo los incómodos “elefantes negros”, sucesos evidentes ante los que no se actúa; en 2015 llegaron las pegajosas “medusas negras”, metáfora de los investigadores Ziauddin Sardar y John A. Sweeney asociada a la tecnología de los tiempos posmodernos: sucesos conocidos y de poca importancia que, al coincidir en el tiempo, mutan y crean grandes problemas; y por último, en 2016 apareció el temible “rinoceronte gris”, que la analista económica Michele Wucker define como una amenaza que se ve venir desde lejos mientras nadie hace nada para evitarlo porque se desprecia el riesgo que supone.

 

elefante negro

 

Metáforas útiles para entender economía y finanzas

Estas metáforas a las que quizás en 2021 habrá que incluir al “dragón volador” son herramientas de trabajo en el campo de la gestión de riesgos. Narrativas que se utilizan para entender un problema y su dimensión con el fin de que en el mejor de los casos se pueda evitar; o por lo menos, construir una cultura en la organización para resistir y superar su impacto dañino. Cuando se produce una de estas situaciones, la peor parte se la suele llevar la reputación por la habitual carencia en las empresas de un sistema de alerta temprana para detectar estos riesgos. Pero entremos en materia.

El cisne negro es raro e imprevisible y siempre se intenta explicar a posteriori. Sorprende por la forma, bien mediante el uso inapropiado de las estadísticas, sobre todo de las medias aritméticas, por la confusión al distinguir si un fenómeno evoluciona de forma exponencial o potencial y por la falta de atención a lo inusual. La ciencia observa fenómenos que responden a patrones y cuyos riesgos pueden ser cuantificados, pero dada la naturaleza de las ciencias sociales los modelos no funcionan bien en este hábitat. ¿Serán el bitcoin, las cibermonedas o el teletrabajo cisnes negros como lo fue la crisis financiera?

Un elefante negro es la metáfora de un problema visible para todos, un problema grave que nadie quiere abordar. Es una mezcla de la expresión inglesa “hay un elefante en la habitación”, utilizada para calificar una situación sobre la que no se quiere hablar, y la castiza “¿quién se atreverá a poner el cascabel al gato?” de la fábula del gato y los ratones atribuida a Esopo. ¿Es un elefante negro el auge y comprensión del gobierno hacia el independentismo y el nacionalismo? ¿Es la narrativa para llegar a una confederación de Estados y el abandono del actual modelo constitucional de corte federal? ¿Es la política de “manos fuera” en la gestión de las vacunas para el Covid el salvoconducto para ese viaje? ¿Y el desempleo?

 

 

Las medusas negras son acontecimientos de poca importancia y separados en el espacio que al coincidir en el tiempo o relacionarse pueden tener un efecto disruptivo a gran escala. Catalogadas como “normales”, no presagian ningún cambio social, político o económico.

Como ejemplo los periódicos, que proporcionan dosis diarias de conocimiento compartido y conviven, a riesgo de verse desplazados, con el mundo digital. Un mix de noticias de personas conocidas, lemas sobre asuntos banales o graves, historias revisionistas procedentes de millones de voces políticas, y “todo mezclado con imágenes de animales domésticos haciendo cosas improbables” (Venkatesh Rao).

Para una sociedad basada en la confianza, la certeza y la mitigación del riesgo, esto es demasiado confuso. En las redes digitales existen espacios para el comercio, el ocio, la socialización, la educación, la política y se acepta que es posible pasar de un mundo físico, de límites precisos y predecibles, a un reino de comunicación pura donde las reglas evolucionan al margen de la necesaria “curva de aprendizaje”.

Es información que no suele estar verificada (la gran ventaja competitiva de todo medio serio). Al usuario se le entrega constantemente información que reafirma sus creencias y él descubre sus prejuicios.

Disney usa la tecnología de reconocimiento de expresiones faciales y el aprendizaje automático para evaluar las reacciones de la audiencia a las películas y como un medio para recopilar datos valiosos momento a momento.

Hechos normales como unas elecciones, deformados y convertidos en extraordinarios, se vuelven difíciles de gestionar como se ha visto en el asalto al Capitolio. ¿Será una medusa negra la aplicación de la inteligencia artificial al mercado laboral para seguir minuciosamente el rendimiento individual en una organización?

Por último, el rinoceronte gris es visible, previsible y muy dañino. A diferencia del cisne negro, puede evitarse tanto en la política como en los negocios o en la vida misma.

Es un problema del que se habla, pero no se hace nada que es lo peor que se puede hacer, aunque esto en sí mismo ya implica tomar una decisión. En el ecosistema empresarial y su vertiente inmediata, la reputación, el prestigio, es frecuente encontrarse rinocerontes grises. ¿Es la demografía española nuestro gran rinoceronte gris?

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