En muchas conversaciones, la incontinencia urinaria sigue siendo un tema tabú. Incluso quienes la sufren tienden a ocultarla, asumiendo que es una consecuencia inevitable del paso del tiempo. Pero esta patología, que afecta a más de un 15% de la población según estudios recientes, no solo se puede diagnosticar: también tiene tratamiento. Y hablar de ella, además de necesario, es el primer paso para mejorar la calidad de vida de quienes la padecen. Explica para Directivos y Empresas la fisioterapeuta Isabel Sánchez, responsable de la Unidad de Suelo Pélvico del Hospital Quirónsalud Cáceres, que “una sola pérdida ya es síntoma de que algo está fallando en nuestro suelo pélvico. No hay que esperar a que el problema se agrave para pedir ayuda”.
Así que el reto está en normalizar esta condición. Porque la incontinencia urinaria es mucho más frecuente de lo que se cree. La edad, el parto, la menopausia o ciertas cirugías abdomino-pélvicas están entre los principales factores de riesgo, y tanto mujeres como hombres pueden verse afectados. Eso sí, la prevalencia es más alta en mujeres, especialmente a partir de los 50 años.
“Todavía hay mucho trabajo por hacer para que no se normalice vivir con incontinencia”, señala Sánchez. “Las nuevas generaciones están mejor informadas y no están dispuestas a aceptar las pérdidas como parte de su día a día”.
Isabel Sánchez.
Diferentes tipos y abordajes para la incontinencia urinaria
La incontinencia urinaria no es igual en todos los pacientes. Existen diferentes tipos y cada uno requiere un enfoque específico:
- Incontinencia de esfuerzo (IUE): ocurre al realizar acciones como toser, reír, correr o estornudar. Es más común en personas de mediana edad.
- Incontinencia de urgencia (IUU): se manifiesta como una necesidad imperiosa de orinar sin tiempo para llegar al baño. Suele ser más frecuente en edades avanzadas.
- Incontinencia mixta (IUM): combina ambas formas.
En todos los casos, el diagnóstico es clave para un tratamiento eficaz. En la Unidad de Suelo Pélvico del Hospital Quirónsalud Cáceres se realiza una valoración completa del complejo abdomino-lumbo-pélvico (CALP), utilizando no solo exploración manual, sino también ecografía cuando se requiere.
Tratamientos personalizados y eficaces
Cada paciente recibe una terapia individualizada en función de sus necesidades. Para los casos de incontinencia de esfuerzo, el enfoque se centra en fortalecer la musculatura y aprender a gestionar la presión abdominal. Se emplean técnicas como:
- Electroestimulación
- Ejercicios activos
- Biofeedback
- Terapia vibracional
Por otro lado, para la incontinencia de urgencia, el primer paso es trabajar la reeducación vesical y, si es necesario, aplicar neuromodulación no invasiva, una técnica que actúa sobre los nervios implicados en la micción. “La mayoría de los pacientes empieza a notar mejoría ya a partir de la segunda o tercera sesión”, asegura Isabel Sánchez.
También afecta a hombres, aunque se hable menos
Aunque la mayoría de los casos se presentan en mujeres, los hombres también pueden verse afectados, especialmente tras intervenciones quirúrgicas como la prostatectomía. El problema es que, al estar menos visibilizado, muchos hombres tardan más en buscar ayuda.
“El estigma asociado a la incontinencia hace que se retrase la consulta médica, cuando una detección precoz puede mejorar considerablemente los resultados del tratamiento”, añade la experta.
Prevención: clave para mantener el suelo pélvico saludable y poner solución a la incontinencia urinaria
La buena noticia es que la incontinencia urinaria se puede prevenir en muchos casos, o al menos retrasar su aparición. Para ello, la fisioterapeuta de Quirónsalud Cáceres recomienda:
- Mantener una vida activa y no sedentaria
- Hacer ejercicio físico con buena técnica
- Aprender a gestionar la presión intraabdominal durante los esfuerzos
- Seguir pautas alimentarias saludables
- Realizar una valoración del suelo pélvico si se está expuesto a factores de riesgo (como embarazo, partos o menopausia)
Además, acudir a consulta ante cualquier pérdida, por leve que sea, puede marcar la diferencia entre convivir con el problema o ponerle solución.