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El liderazgo que aprendimos de nuestros padres

Este verano he tenido que despedir a mi padre. Se ha marchado sin hacer mucho ruido, como a él le gustaba, después de una vida larga y plena. Y aunque su ausencia duele y dolerá, me queda el sentimiento de orgullo por haber tenido ese padre, y el de privilegio por haber sido su hija. También me queda el legado de una generación que nos enseñó más de lo que, quizá, nunca imaginaron.

Los que hoy rondamos los cincuenta, y estamos al frente de empresas, equipos y proyectos, crecimos con padres que nos marcaron con su ejemplo más que con sus palabras. Hombres que conocieron la austeridad, el valor de las cosas y que se entregaron a sus familias y afrontaron el esfuerzo como parte natural de la vida.  Padres que, sin hablar de liderazgo, nos lideraron.

Padres que, sin hablar de liderazgo, nos lideraron

De ellos aprendimos que nada se consigue sin disciplina; que lo que vale cuesta; que lo importante no es lo inmediato, sino lo que se construye con paciencia; que hay que cuidar a los tuyos; que el respeto y la palabra dada tienen más valor que cualquier contrato. Aprendimos también que se puede vivir con menos, pero que no se puede vivir sin principios. Y, en muchos casos, ellos nos enseñaron (él me enseñó) que la fe es la fuerza que le da sentido a todo y que nos sostiene en los momentos difíciles.

De ellos aprendimos que nada se consigue sin disciplina; que lo que vale cuesta; que lo importante no es lo inmediato, sino lo que se construye con paciencia; que hay que cuidar a los tuyos; que el respeto y la palabra dada tienen más valor que cualquier contrato.

Hoy, en el mundo empresarial, hablamos de liderazgo transformador, de empatía, de propósito, de gestión responsable. Y, sin embargo, me doy cuenta de que mucho de lo que ahora consideramos tendencias de management moderno estaba ya en las casas donde crecimos. Nuestros padres nos enseñaron a no dar nada por sentado, a reconocer el valor del esfuerzo ajeno, y a poner a las personas en el centro de la vida.

Quizá, como directivos, no se trate de inventar un nuevo modelo de liderazgo, sino de recordar aquel que ejercieron con naturalidad quienes nos precedieron. Liderar como ellos lideraron: con ejemplo, con coherencia, con entrega.

Liderar como ellos lideraron: con ejemplo, con coherencia, con entrega

Ese es el reto de quienes hoy lideramos: ser coherentes con los valores que recibimos en herencia. Porque, más allá de la estrategia, los resultados o los balances, lo que queda y da sentido al liderazgo es la huella humana que dejamos en quienes nos rodean.

Lo que queda y da sentido al liderazgo es la huella humana que dejamos en quienes nos rodean.

Gracias, por tanto, Papá. Gracias por todo.

Valvanuz Serna Ruiz

Socia directora de PROA Comunicación

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