En el mundo empresarial ya no hay producto que se venda solo. Hay que conocer mucho al cliente, pero además trasladar al consumidor una gestión impecable para poder dejar huella. Esta consideración se puede aplicar a la ortodoncia invisible de QuickSmile.
Esta startup española dispone de un buen producto que está acompañado de una gestión óptima para los estándares que se requieren en la economía actual. Además de la propia ortodoncia invisible, que supone un paso adelante respecto a métodos tradicionales y que ha duplicado su número de tratamientos desde 2019, esta marca destaca por su gestión de la sostenibilidad en toda la cadena de valor.
La ortodoncia invisible está fabricada a partir de materiales plásticos, sin embargo, la entidad está comprometida compensar esta huella plástica a partir de la recolección anual de 1.200 kilos de plásticos procedentes del Mar Mediterráneo.
Para esta labor, ha firmado un acuerdo de colaboración con la empresa de emprendimiento social Gravity Wave, que tiene en marcha el proyecto “Plastic Free Oceans”, con el objetivo de limpiar de plástico este mar que baña la costa levantina española. No podemos dejar de utilizar el plástico para fabricar nuestros alineadores, pero sí podemos adoptar una actitud responsable e intentar aportar un impacto positivo equivalente al planeta. Esto es lo que pretendemos con nuestra decisión de recoger cada mes 100 Kg de residuos plásticos del Mediterráneo, con lo que compensaremos nuestra producción de férulas invisibles. Y, además, como pioneros en esta iniciativa dentro del sector, esperamos ser ejemplo e inspiración para otras marcas”, explica el Dr. Manuel Poveda, cofundador y director clínico de QuickSmile.
La ortodoncia invisible requiere de plástico virgen
Por la finalidad del producto y las necesidades odontológicas que tiene, la ortodoncia invisible necesita plásticos vírgenes para su fabricación. Concretamente, se trata de termoplásticos que se ablandar al calentarse para obtener la forma deseada antes de enfriarse y endurecerse. QuickSmile utiliza alineadores de polietileno, ya que es un material resistente a impactos y a la corrosión, además de no ser degradable para el organismo. Puede ser fundido para poder reciclar y reutilizar este material.
El plástico de la ortodoncia invisible, por ley, ha de ser plástico virgen. Para su fabricación normalmente se utilizan termoplásticos, que son polímeros plásticos que se ablandan al calentarse, lo que permite darles la forma deseada, y se endurecen al enfriarse. En el caso de QuickSmile, sus alineadores son de polietileno, por su resistencia al impacto y a la corrosión, por ser biológicamente inerte y no degradable en el organismo, y porque puede ser fundido y moldeado de nuevo para darle otra forma, lo que significa que es fácil de reciclar y reutilizar.
“La principal marca de referencia del sector utiliza el poliuretano, una resina termoestable formada por dos partes mezcladas entre sí que, una vez fusionadas, no se pueden separar, lo que quiere decir que el material no puede ser fundido ni reformado. Sin embargo, nuestros alineadores, fabricados con PET-G (Polietileno de Tereftalato – Glicol), pueden fundirse y pasar al circuito de economía circular para dar a ese material plástico una segunda vida”, sostiene César Moreno, CEO y cofundador de QuickSmile.
Seguir con la cadena de sostenibilidad
Conseguido un producto bien definido y con gran éxito entre los pacientes, el siguiente reto empresarial está en implantar un sistema de recogida de materiales desechados, que es justamente en el punto en el que se encuentra la startup. Esta labor ya se está realizando en un trabajo de campo con todas las clínicas que trabajan con la marca.
Por otro lado, siguiendo con su compromiso con la sostenibilidad medioambiental, la compañía ha firmado un contrato con Gesternova Energía para disponer de un suministro de electricidad procedente al 100% de fuentes renovables. Esta energía es la que abastece, entre otros aspectos a las impresoras 3D con las que se produce su famosa ortodoncia invisible.