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La economía china enseña el camino para la gestión de las carteras de inversión

economía china

“China es el motor del mundo junto con Estados Unidos y no podemos permitirnos el lujo de no tener exposición al crecimiento asiático en nuestras carteras.” Así de contundente se muestra Esteve Manasanch, director de inversiones de Gesinter, al analizar las oportunidades que ofrece el mercado chino. Su mensaje es claro: invertir en China no es una moda, sino una necesidad para cualquier estrategia de diversificación seria a largo plazo.

Y los datos respaldan esa afirmación. El Producto Interior Bruto (PIB) de China creció un 5,2 % en el segundo trimestre del año, mientras que la producción industrial experimentó un aumento del 6,8 %. La recuperación post-COVID y el impulso de la demanda interna están reforzando una economía que no solo resiste, sino que avanza. Además, la bolsa de Hong Kong ha registrado una revalorización superior al 22 % en lo que va de 2025, siendo la plaza bursátil con mejor rendimiento global.

La economía china muestra el camino para los inversores

Más allá del crecimiento macroeconómico, el gran argumento de peso para muchos inversores es el posicionamiento de China en la carrera tecnológica global. Manasanch lo tiene claro: “China está dando unos pasos con unas políticas a muy largo plazo, muy bien pensadas, para liderar los sectores tecnológicos del futuro”.

En este contexto, Gesinter ha centrado parte de su estrategia en compañías chinas altamente competitivas en sectores como la robótica, la inteligencia artificial, los vehículos eléctricos o las energías limpias. Empresas como BYD o CATL están consolidando su dominio en la electrificación del transporte, mientras que firmas como Baidu o Alibaba desarrollan algoritmos de inteligencia artificial con aplicaciones tanto civiles como industriales.

“El desarrollo de modelos de IA de código abierto, como DeepSeek, está permitiendo a las empresas chinas innovar a gran velocidad y escalar soluciones con una eficiencia sin precedentes”, destaca el director de inversiones de Gesinter. Este tipo de avances tecnológicos, junto con una política estatal que prioriza la soberanía digital y la investigación aplicada, han situado a China en una posición privilegiada para captar rentabilidad futura.

Valoraciones atractivas y potencial de crecimiento

Uno de los aspectos más infravalorados por los inversores occidentales, según Gesinter, es el bajo coste relativo de las acciones tecnológicas chinas. “Continúan muy baratas y esta es una de las características de las que la gente habla poco”, advierte Manasanch, haciendo referencia a compañías como JD.com, Baidu o Tencent, que cotizan con múltiplos inferiores a los de sus homólogas estadounidenses a pesar de mantener tasas de crecimiento similares.

Precisamente en momentos de alta volatilidad internacional, la búsqueda de valor se convierte en una prioridad. Y en ese escenario, el mercado chino ofrece una combinación poco común: empresas líderes en sectores estratégicos, con crecimiento sostenido y a precios todavía muy competitivos.

La percepción del riesgo regulatorio, así como las incertidumbres geopolíticas, han generado durante los últimos años cierta cautela entre los inversores. Sin embargo, desde Gesinter recuerdan que esa situación ha generado oportunidades que aún no han sido completamente aprovechadas. “Dar la espalda al crecimiento global no es una opción”, insiste Manasanch.

Diversificación inteligente y exposición global

Desde una perspectiva empresarial, la inversión en activos chinos responde no solo a la búsqueda de rentabilidad, sino también a una lógica de diversificación estructural. La desaceleración de las economías occidentales, el envejecimiento de la población y la pérdida de peso de Europa en el comercio internacional empujan a los gestores a explorar nuevos polos de crecimiento.

China, con su clase media en expansión, su capacidad industrial y su rol como epicentro tecnológico, ofrece una exposición directa al crecimiento del consumo asiático, al desarrollo urbano y a la transición energética. Además, la internacionalización de muchas firmas chinas consolida su proyección global y su resiliencia frente a las restricciones comerciales impuestas desde Occidente.

En este sentido, el mercado de capitales de Hong Kong, al que se suman las bolsas continentales de Shanghai y Shenzhen, se convierten en plataformas clave para acceder a este nuevo ciclo de crecimiento.

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